Porque aparte de como anfitriona también disfruté del torneo como jugadora, y para no perder la costumbre: ahí van mis batallitas...
Me estreno en ronda uno con José Fernández... que uniendo su maestría a mi tensión baja matinal en conjunción con una noche de sueño escaso me manda de la mesa dos a la trece cogiendo un atajo.
Mesa trece: como son solo quince, poco puedo empeorar en este punto... y afortunadamente la estadística por una vez acierta y ganó al debutante Fernando, hecho que me hace recuperar la mitad del camino perdido.
El siete: bonito número, favorito de multitudes allende y aquende los mares... pero ¡ay! este Lázaro no me sirvió como guía precisamente, sino que más bien me hizo desviarme de nuevo del buen camino lanzándome a mesa doce (a estas alturas, y terminada la jornada matinal del sábado, empiezo a tener la sensación de ser un yoyó o cualquier otro juguete en manos del destino).
Acostumbrada sin embargo a mañanas sabatinas con peores augurios, me dirijo tan pancha a consumir el menú de "La Solera", donde me encuentro como en casa y no solo por la coincidencia de nombres; con la única objeción de haber entrado pancha y haber salido doble de ancha.
Wilson se convierte en la primera víctima de mi habitual milagrosa recuperación sabático-vespertina (prometo por mi honor que no se trata de ninguna perversión): comienzo colocándole un "medicar" seguido de un "medicaré-médicos" que casi lo mandan directamente al Clínico. ¿Qué añadir? Que disfrutamos de una partida muy agradable, charla incluida.
En siguiente ronda, comienza mi particular guerra Málaga-Murcia: disputadísima partida con Mercedes que acaba con mi primer empate en torneo (399-399).
Desde este instante, me paso las siguientes rondas, la mitad del torneo en realidad, yendo de mesa nueve a seis y viceversa. Si no es por el puntito del cartel, pudiera haberme parecido que el tiempo se había detenido... ah no, que también tuve distintos contrincantes... ¡qué despistada! ajjajaa.
Segunda batalla de la guerra M-M: Juanjo Mula encaja una derrota tras una de esas partidas que no disfruta nisiquiera el vencedor (a no ser que sea un sádico, claro está).
Marián, a pesar de saber perfectamente que esta vez me tocaba ganar a mí, no tiene ningún empacho en administrarme otra buena paliza que junto con la de su cónyuge (y unidas a otras ya en anteriores torneos) me están haciendo concebir un principio de manía por esta parejita jejeje.
Ante el debutante Rick (sevillano aunque luzca tan británico nombre) sumo mi punto 4.5 del torneo.
Con todo el cinismo del mundo (y un poco más), Pablito me da un buen repaso que para colmo de males me hace ver al doble de Lázaro frente a mí en la última ronda. Pero no, no es su doble... es el mismo que viste y calza, que insiste en ganarme y esta vez con recochineo por cuatro puntitos... ¡buaaaaaaa!
Pero lo más sobresaliente del torneo no fueron mis cuatro victorias y media ni mi puesto veintiuno en la clasificación (si esto fuera lo más sobresaliente, francamente... el torneo habría sido una auténtica porquería jajja), sino la magnífica compañía... baste deciros que tengo mucho mono yaaaaa (puede que también influya el haber dormido poco en estos últimos días y el cambio de horario, así como... ¡que no, que es broma!).
Y, dentro de que habéis sido todos una compañía inmejorable, quiero mencionar de una forma destacada a dos personas que han tenido detalles que me han emocionado especialmente:
A Ivette por ese regalo que me hizo, que me encantó. ¡Gracias, Ivette!
Y a Miguel Ángel por ser tan entrañable... ¡abrazo fueeeerte!
